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Entrevista: La vida de las instituciones educativas se la tenemos que agradecer a los tambos

Entrevista:
La vida de las instituciones educativas se la tenemos que agradecer a los tambos

Amante del campo y de su gente, Paulina Ballesteros, eligió quedarse y formarse como docente para trabajar en escuelas rurales.

Criada entre el aire y la tierra de campo, desde siempre supo que quería quedarse. Pudo ser veterinaria, pero era mucho lo que extrañaba a su familia desde la ciudad a donde se había ido a estudiar, y a los seis meses eligió volver. Inquieta, ya había emprendido otros estudios que se fueron entretejiendo con su entusiasmo, sus ganas de aprender y de dar. Bibliotecaria, profesora de educación primaria, profesora de inglés, acompañante terapéutica, recibida de psicología social; también hizo una actualización académica en gestión y conducción educativa y hoy está por empezar una Licenciatura en Ciencia de la Educación en la Universidad Nacional de la Pampa. “Todo lo que va saliendo en educación yo lo voy haciendo. El saber no ocupa lugar y yo soy muy nuevita en la carrera y tengo que formarme. Si queremos educar, primero tenemos que formarnos nosotros y nunca terminas de formarte”. Asegura Paulina Ballesteros, o Pauli, como le dicen, docente de toda la matrícula de nivel primario y directora de la Escuela n° 32 Nicolás Avellaneda, de Colonia Manuel Primero en Trenque Lauquen, entre La Porteña y Garré. “Igualmente yo siempre digo que si hubiera sido veterinaria habría terminado dando clases”. Hoy vive en el campo con sus padres Mario Ballesteros y Sandra Themtham y su hermano Victorio. “Me encanta el campo, es mi cable a tierra”. Es quizá esta alquimia que se construye con su empatía lo que en parte ha ido haciendo crecer, de manera constante en los últimos años, la matrícula de la escuela. “Entré por tres meses y ya hace cuatro años que estoy y si Dios quiere estaré por mucho tiempo”. Las ganas de desplegarse en su vocación traspasan la pantalla y se refleja por completo en su mirada alegre y franca. “Cuando entré a la escuela había cinco alumnos, hoy contamos con veinte y con la probabilidad de que se inscriban tres más, lo cual es muchísimo”. La matrícula en el campo es muy fluctuante, dice Pauli, pero cree que, en parte, conocer la idiosincrasia de las familias de campo e ir creando una buena relación ha sido parte de este crecimiento. “Ahora tengo el auto cargado con los bolsones de mercadería que da el Estado, termino de conversar con vos y sigo desparramándolos, no los hago venir hasta la escuela. Les facilito algunas cosas que uno sabe que en el campo cuestan”. Todos los alumnos comparten una misma aula. “Por ahora es así, si logramos que nos creen otro cargo vamos a desdoblar entre primer y segundo ciclo”. Pauli se ocupa de crear el contenido para cada grado. “Mi planificación consta de seis carpetas, porque tengo seis grados, con las cuatro áreas. Tienen que tener el mismo derecho y respeto que recibe un chico en el pueblo”. Esta dedicación le lleva casi el doble de tiempo “Trabajo mucho en casa para poder preparar la clase y llevar todo organizado”. Los chicos cursan de 13.00 a 17.00 y comparten una merienda provista por el Consejo Escolar. “Cuando no tenemos auxiliar, que es lo normal para nuestra institución, la preparo yo y los chicos me ayudan, pero el año pasado contamos por primera vez con auxiliar por motivo de la pandemia”. Al principio, cuenta Pauli, recibían golosinas, tortas, alfajores, “que a los nenes de campo es lo que más les atrae, hoy en día hay más pan y dulce de leche o mermelada. A veces preparo hasta tres cosas, mate cocido, té y chocolatada. Ellos están contentos y a uno no le cuesta tanto”. Para preparar la merienda de una manera más ágil, la cooperadora compró una pava eléctrica. Esta cooperadora está integrada por padres, ex alumnos y miembros de la comunidad que, según comenta, al ver que la escuela iba progresando, se fueron acercando para sumarse y ayudar. “La verdad es que hemos hecho una linda cooperadora. Este año vamos a ver si logramos hacer el depósito para liberar el aula que hoy tiene esa función, con la proyección de que nos pongan otra docente y la construcción de un SUM. Son los dos objetivos del año en cuanto a construcción”. A su vez la escuela cuenta con electricidad, calefacción y gas envasado, todo provisto por el Consejo Escolar. Lazos que quedan Luego de terminar el ciclo primario la mayor parte del alumnado sigue sus estudios secundarios en el CEPT (Centro Educativo de Producción Total) o en la escuela agraria, ambas con posibilidades de albergue. “Una vez que egresan, si bien se pierde el contacto de todos los días, trato de seguir comunicada para que puedan terminar sus estudios. La escuela queda abierta ante cualquier duda que ellos tengan o problema para resolver sus tareas o lo que uno pueda llegar a facilitar”. Y a los que han querido abandonar los acompañan para que no dejen sus estudios. Pauli siente que está donde tiene y quiere estar. “Es mi hábitat. Yo vivo a 5000 metros de la escuela en la que trabajo” Recibida hace siete años, ya hace cuatro está en esta institución. “La escuela rural pasa a ser una extensión de tu casa, a mí me gusta todo, los nenes no son simplemente alumnos, uno está siempre pendiente de ellos. Lo más lindo de ser docente son los nenes. El alumno de la escuela rural mantiene una inocencia que hoy no se ve en todos lados. Otra de las cosas que más me gusta es que somos una gran familia, la unión, la armonía y compromiso que hay, es otro. Voy a trabajar sin sentir que estoy trabajando. El cariño que te dan es increíble. Nunca se terminan de ir los chicos, egresan, pero siguen a las vueltas y si es así es porque se sintieron cómodos. Si vuelven es porque les gustó estar”. Parte de este cariño, según explica Pauli, es que esta escuela fue gestada y surge como una necesidad de la colonia. “Para poder construirla todos donaban el valor de una hectárea y quien no llegaba a ese valor, donaba lo que podía. La escuela se funda el 2 de abril de 1954. Este año para la feria de ciencias vamos a investigar los comienzos”. Muchos de aquellos fundadores siguen en contacto. “El cariño que le tiene la gente que es nativa de acá es incalculable”. Escuela y tambo van de la mano Actualmente la escuela tiene creados los cargos de educación física e inglés, una docente en primaria y una en jardín. “Esperemos que este año se desdoble (se refiere a la primaria) porque la matrícula nos está desbordando. Toda la matrícula se la agradecemos a los tambos”. Los alumnos que asisten pertenecen todos a establecimientos de producción lechera. “La vida de las instituciones educativas hoy se la tenemos que agradecer a los tambos. Las escuelas necesitan a los tambos como ellos a nosotros. Si las escuelas rurales subsistimos, en un noventa por ciento, es por los tambos”. El establecimiento más lejano está a unos diez kilómetros aproximadamente, y tanto la escuela como ellos, comparten las dificultades que a veces se genera por el mal estado de los accesos. “A los caminos los vienen a arreglar una vez al año, con suerte. Antiguamente cada quince días pasaba la máquina. Tenemos varios accesos, pero por lo general están en malas condiciones”. Pero la escuela no para. “Por más que llueva tiene chicos siempre, como yo llego, los chicos vienen, tenemos continuidad todo el año”. La pandemia fue un período muy complicado para toda la comunidad. “No estábamos preparados ni nosotros, ni los chicos, ni las familias. Fuimos aprendiendo sobre la marcha. A las familias que tenían internet les daba una hora virtual, a las que no tenían, buscaba el medio para llegar al campo y explicarles, les llevaba la tarea en papel. Pasamos de trabajar cuatro horas a trabajar desde las siete de la mañana hasta las once de la noche, cuando los padres podían, los nenes podían o a la hora que se podía. No fue fácil”. Al principio, con los que no tenían conectividad, junto con la entrega de los bolsones de comida que Pauli llevaba casa por casa, daba clases afuera desde la camioneta. “El año pasado a veces venían los chicos a la escuela a veces iba yo iba a los campos, para no perder el contacto y que los chicos no perdieran el vínculo de trabajo. Ojalá que este año sea de presencialidad completa, el 2 de marzo tenemos los alumnos ya en el aula. Ahora estamos con todos los preparativos, pintar el aula, decorarla…”, explica con entusiasmo, energía y amor por su trabajo, Pauli, la alegre docente de esta escuela rural que crece y hoy supera su matrícula histórica.

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