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Otras maneras de pensar la lechería

Otras maneras de pensar la lechería

Agustín Baiguera tiene un camino recorrido y una visión de la lechería que quiere para su empresa: pensar los equipos, el ambiente de trabajo y los tiempos personales, además de contemplar y buscar el bienestar animal a través de la innovación y la adopción de tecnología.

Agustín Baiguera nació y se crio en General Villegas y cuando tuvo que tomar la decisión de qué estudiar no dudo en seguir los pasos de su padre, Luis María. Con su título de médico veterinario egresado de la UBA, hace doce años volvió y se convirtió de a poco en su mano derecha. “Me habían invitado a Inglaterra pero dije que no, soy muy paisano de Villegas. Mi viejo tenía mucho trabajo con tambos particulares, me pasó un par y me fue testeando”. Al principio Agustín lo fue acompañando a ver a sus clientes, luego tomando él la responsabilidad de seguir algunos, hasta que Luis María, decidió retirarse para quedar al frente de la administración de su campo, y todos los clientes siguieron trabajando con Agustín. En 2013 junto con su amigo Lucas Sierra, alquilaron un tambo, y en 2015 sumaron otro más. “Llegamos a ordeñar 400 vacas”. En 2018 devolvieron uno de los tambos y la sociedad se reconfiguró. Hoy Agustín trabaja en el tambo familiar y como veterinario, asesor y capacitador en el uso de collares en otros tantos. “El campo es de mi familia, lo hereda mi viejo, yo soy el veterinario y trabajo mucho con él. Lo ayudo con todo lo que tiene que ver con los animales y él hace lo que es gestión de la maquinaria y la administración financiera y económica. Él maneja la billetera y lo hace muy bien. Todo lo hacemos complementándonos, las cosas que yo propongo las charlamos mucho”. Luis María y Graciela Specogna están casados hace 45 años, de los tres hijos que tuvieron, Agustín es el único varón y también el único que vive en Villegas. Sus hermanas Guillermina y Paula están instaladas hace varios años en Europa. El campo, que es parte del CREA Tambero Ameghino-Villegas desde sus comienzos, hace 35 años, está en la estación Moores a 14 km de Villegas. Hoy ordeñan 380 vacas con 9.500 litros diarios de producción, volumen que se mantiene a lo largo del año. “Tenemos un sistema muy estabilizado. Las vacas duermen encerradas en corrales tipo dry lot y después del primer ordeñe de la mañana salen a comer al campo. Es un sistema semi pastoril. En la sala comen entre 6 y 8 kg de concentrado, maíz molido, expeller de soja y núcleo mineral, según el rodeo que sea y en el dry lot comen silo de maíz, y depende la estación, mezclado con silo de alfalfa o cebada. Son siempre las mismas parcelas o encierres para cada uno de los rodeos”. El campo es bastante quebrado así que las parcelas se mantienen secas y tienen monte donde van las vacas buscando la sombra en verano. “Nosotros ordeñamos a las cuatro de la mañana y a las dos de la tarde, después del ordeñe de la tarde se van a los encierres donde tienen comida y agua”. Luis María adoptó este sistema hace 14 años, por la capacidad del tambo y superficie disponible para la producción de leche. La Herminia se alza dentro de 449 hectáreas de campo, de las cuales 270 se destinan a todo el rodeo, lo que representa una carga de 1.4 VO/ha. Innovación tecnológica La llegada de Agustín además de la renovación generacional, trajo aires de cambio y espacio para adaptar nuevas tecnologías en La Herminia. “Yo venía con otras ideas en la cabeza…ya había empezado la digitalización y a seguirse rodeos con collares y caravanas con GPS, el ordeñe robótico era ya una novedad, junto con toda la movida en torno a los recursos humanos y la conformación de los equipos. Me inscribí como voluntario en todo lo que había relacionado a mejoramiento tecnológico y me di cuenta que para avanzar había que empezar a pensar la lechería de otra manera, por lo menos la nuestra”. Hace ya dos años que Agustín implementó el uso de collares en su tambo. “Los collares lo tienen todas las vacas, a las vaquillonas por parir se los ponemos unas 2 semanas previas al parto. Ahora secamos las vacas y no se los sacamos. Por la antena que tenemos generalmente no nos llega a diario la actualización de la misma información que con la vaca de ordeñe, que al ir dos veces por día la tambo, se actualiza. Nos acabamos de comprar cincuenta caravanas que cumplen la misma función que el collar, pero además tiene una luz led que se activa cuando hay algún evento de salud o reproductivo, por ejemplo, cuando la vaca está en celo”. La información que proveen los collares es tomada por una antena cuando la vaca llega a la zona del tambo, sin necesidad de entrar a ordeñarse. “El periodo más importante que estamos monitoreando, para mí es el preparto, que está siempre en el rango de la antena. El sistema mide el estrés a través de un algoritmo, y manda una alerta. Con esa alerta vamos a ver la vaca para chequear si hay alguna complicación y si hace falta se la ayuda a parir”. Las alertas se activan cuando hay algún comportamiento fuera de lo normal. “Cuando compramos los collares teníamos un índice de mortandad alto por vacas que entraban en acidosis y no las podíamos salvar porque las veíamos muy tarde. No dejamos de tener las acidosis, no es alto el número, pero ahora el collar avisa que la vaca está entrando en ese proceso. Hoy lo vemos y lo resolvemos”. Los collares, explica, miden tres cosas: actividad, a través de un GPS, y rumia y jadeo a través de un micrófono. Esta medición es individual y grupal, por rodeo. El collar tiene la información de los últimos siete días de cada vaca. El trabajo se tornó más ágil, más eficiente y con más margen para tomar decisiones, comenta Agustín. “La tasa de preñez histórica era de 20% y este año se despegó un poco, yo creo que este va a ser uno de los mejores años reproductivos”. A su vez está tecnología viene acompañada con la posibilidad de instalar la puerta apartadora automática, que se programa desde la computadora, pero que en este caso no se pudo implementar por el diseño y antigüedad de las instalaciones. “Nosotros producimos sobre tres cuartos de campo alquilado, fui a ver cómo funcionan los robots y me encantó el ambiente de cómo están las vacas. No se deja de necesitar gente, y probablemente se produzca algún litro más. Mi viejo hoy lo está evaluando. Es un proyecto. En esta sala no podemos meter ni una vaca más”. El equipo El equipo se conforma de 6 personas. Los hermanos Rubén y Marcelo Pineda trabajan con las máquinas y están en la empresa hace 30 y 25 años. Miguel Cáceres y Julio Arenas se encargan del ordeñe; Hugo Castillo, de la crianza y recrías, y Marcelo Alarcón de la inseminación y el manejo de las vacas y el pasto. “Todos están enganchados en todo, todos cobran bonificaciones por buenos resultados en preparto, crianza, inseminaciones, orden y limpieza, etc. Si bien las tareas están divididas, todos están involucrados en las distintas áreas y se rotan cubriéndose los francos mutuamente”. Por la sala que tienen, comenta, las 400 vacas se ordeñan en cuatro horas, por eso, además de los collares, compraron unos pulsadores que se llaman puntos de ordeñe inteligente que hicieron que el trabajo se acortara casi una hora en el día, de esta manera hicieron más eficiente el tiempo en la sala y mejoraron la calidad de la leche, porque sobre todo mejoró el bienestar de la vaca. Agustín no se conforma, por sus venas de veterinario y productor corre el sueño de seguir innovando y modernizando el tambo. “A La Herminia la fundó mi abuelo en el año 49 y es mecanizado en el 69, con seis bajadas, después pasó a ocho y después a diez. Hoy sigue así, y es muy tedioso. Espero que los collares sean el principio de una mejora en todo”. Casado con Agustina San Román, tienen dos hijas, Esperanza, de 4 años y Ana, de diez meses. Entre sus proyectos está armar en La Hermina un tambo robotizado, y seguir creciendo también por su lado y más allá del alambrado.

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